lunes, 20 de enero de 2014

Transcribir el tiempo o Sobre algunas notas del concepto de “Orden” de G. Genette.

“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro”. Con esta frase, Bioy Casares apuesta por la contundencia, en la novela La invención de Morel. Así, no sólo propone un escenario sino todo un ambiente. Como personajes una isla y un fugitivo en esa isla. Pero el tiempo anda, y el fugitivo atisba, a lo lejos, a un grupo de hombres -¿intrusos como él? ¿dueños de la isla? ¿fugitivos también?- con los que debe convivir sin ser visto. Ahí, entre esos hombres con un acento francés perfecto, conoce a Faustine y a Morel.
     La historia sobre la isla y el (los) fugitivo (s) será guardada para la eternidad en las hojas de un diario en las que el fugitivo, a suerte de una bitácora de ocio y apiadándose de un futuro lector, escribe (aunque no se sabe si cada noche, o cada mañana, o si es en las tardes) los pormenores de la jornada supuestamente solitaria en la isla. Y aunque las notas del diario hayan sido pensadas para la eternidad, sabemos que no es así. Que el tiempo transcurre, nada piadoso, por cada una de sus páginas, por cada una de la letras que el fugitivo consigue plasmar en pos del conocimiento de lo que en esa isla sucede. Por eso mismo, por el tiempo, podemos afirmar que lo que aquel fugitivo hace es relatar en su diario todo lo que en el transcurso del día –horas antes, días antes- consiguió con una incesante vigilancia.
     Afirma Genette en "El discurso del relato": “El tiempo y el modo se refieren a las relaciones entre historia y relato”. Así pues, gracias a nuestra posibilidad de lectores de un diario casi íntimo, escrito para la posteridad, sabemos que los hechos que el fugitivo escribe pasaron en un momento dado, siendo que lo que éste realiza es únicamente transcribir el tiempo, su tiempo en la isla, pero nunca el tiempo de la isla. Porque el relato –y esta es la justificación que el francés apunta en la segunda acepción- es toda aquella “sucesión de acontecimientos, reales o ficticios, que son el objeto de este discurso, y sus diversas relaciones de encadenamiento, de oposición, de repetición.” Así pues, dentro del relato enmarcado en el diario del fugitivo, hay, como todo relato (y más en este, que se encuentra dentro de un diario) analepsis. Pero leves, de un pasado cercano, para nada remoto. Porque la historia comienza en la isla, habitada por el que escribe el diario. La historia comienza, pues, desde que el diario se abre.
     Las relaciones huidizas, los atisbos a los otros, el recelo al extraño por parte del fugitivo, son parte del diario. Es historia contada en tono confesional. Por eso Genette insiste en que la analepsis es “toda evolución posterior de un suceso anterior al punto de la historia en el que se encuentra.”. He ahí que, al seguir la taxonomía que propone el teórico francés, encontremos una subcategoría de la analepsis: la “analepsis compelta”. “Esta, menciona Genette, está ligada a la práctica del comienzo in medias res tiene por finalidad recuperar la totalidad del antecedente narrativo”. El diario del fugitivo comienza, como se ha dicho, con una frase contundente. No es de a gratis el inicio. Y la lectura posterior que se haga de éste, será parte también de su historia. De la historia de una isla y de un fugitivo, de Morel y de Faustine.



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