Opina Eagleton que el término “literatura” ya es
un envase hueco. Algo que en su momento estuvo colmado pero del que ahora sólo
ha quedado el plástico sin nada en el interior. También comenta que lo que se piensa como literatura realmente es y
no es. Me explico: los prejuicios con los que abordamos una novela, un
cuento, un ensayo, un soneto, ciegan nuestra mirada lectora, volviéndola
endeble y fría, categórica y elitista. Nada de esto sirve a la verdadera –si es
que aún podemos utilizar este adjetivo junto al sustantivo siguiente-
literatura. Más que ayudar a reconocer lo bueno y lo malo, afectamos
negativamente nuestra sensibilidad, la volvemos fría, acartonada, como una
computadora recitando versos con voz de comando. Y por ello, la idea de
Eagleton acerca de que “las sociedades ‘rescriben’, así sea inconscientemente
todas las obras literarias que leen”, es hasta cierto punto valedera. "Quizá lo que importe no sea de dónde vino uno sino cómo lo trata la gente", marca Eagleton. No hay
más: la literatura, a fuerza de apertura y generosidad, cambia, muta, se
configura en lo que no era. Y vuelve a mutar, y regresa a lo
que era, y a lo que sin embargo nunca fue. La literatura,
apostando al presente, es, y con la
moneda en el aire –o más bien, en el esmog literario- el poeta y el amateur,
tan amigos como siempre, pero cada quien sus cosas.
XII CONELL Nuevos espacios, nuevas formas.
Hace 10 años
Revisado.
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