sábado, 12 de abril de 2014

Notas sobre el XII CONELL

Al ser un congreso nacional, al CONELL llegaron estudiantes, como dice el poeta, de norte a sur, de este a oeste. En cada ponencia, en cada conferencia, en cada presentación, había por lo menos más de sesenta personas tratando de prestar atención, con el pretexto del interés pero sin dejar de lado la obtención de una constancia que diera crédito de la asistencia activa a Puebla. A partir de las seis de la tarde, durante los tres primeros días de la semana, dieron inicio las tertulias, tan esperadas por los escuchas ávidos de poesía contemporánea, sensata y recalcitrantemente joven. El martes, en Cholula, yo leí un par de textos que versaban sobre mi abuela; el lunes y el miércoles sólo asistí para escuchar a los demás escritores en potencia.
Como ya es sabido, la clase de Análisis literarios da comienzo a las cuatro de la tarde, lunes y miércoles, sin embargo a esa hora se presentaría un performance nombrado Los placeres prohibidos, de un grupo de actores de la UACM, acto que sólo permitía 50 asistentes, y al cual yo, afortunadamente, pude ingresar; eso fue el lunes. El miércoles se presentaron dos eventos clave para la comunicación entre círculos literarios: la presentación del II Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes Jesús Gardea, y  el Seminario Permanente de Metaficción e Intertextualidad; el primero de la UACH, el segundo de la UNAM.

En general, el congreso salió a pedir de boca, la mayoría -tal vez no todos- terminaron con una sonrisa encajada, como quien no quiere la cosa, en el rostro. Tal vez las fiestas ayudaron en parte.

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